martes, 15 de septiembre de 2009

¿Quién llora?

Cuenta la leyenda que, una noche, estando un hombre encerrado en su cuarto observó la que fue la primera lluvia del curso…

El hombre, intrigado, se asomó al balcón de su casa y se preguntó de donde vendría esa agua, pues más que lluvia normal y corriente, parecían ser lágrimas de desconsuelo…

Como bien supuso el curioso, si las lágrimas provenían del cielo, de algún personaje del cielo deberían ser, pero no conseguía aclararse sobre quién sería el dueño de esas gotas de plata.

Nuestro personaje vislumbró en el cielo una sombra plateada, de una hermosura tal que cegaba el corazón, pensó que esa hermosa figura debería ser quien derramaba esas lágrimas angustiosas, por lo que se acercó a ella y le preguntó:

- Luna, ¿eres tú quien hoy llora?
- No – Respondió la luna – No soy yo quien estas lágrimas derrama, sino las nubes son las que las dejan caer.

El personaje decidió acercarse a las nubes a preguntarles sobre la causa de ese derrame, pues también pensó que era poco usual la lluvia a mediados de septiembre, así que les preguntó:

- Nubes, ¿sois vosotras quienes lloráis?
- No – Respondieron las nubes – alguien las derramó sobre nosotras pidiéndonos que las soltásemos en cuanto llegara la media noche.

Nuestro protagonista, sintiéndose intrigado sobre estas últimas palabras subió la vista al cielo y observó las estrellas, y luego a los planetas, y comprendiendo que no eran los causantes volvió a las nubes a preguntarles:

- ¿Lloráis en todas partes o…?
- ¡No! El viento nos trajo hasta aquí para que descargásemos aquí esta noche, pues decía que así ella las vería mejor.

El hombre decidió preguntarle al viento si era él quien lloraba, y este le volvió a contestar con negativas, a lo cual el hombre no soporto el desconsuelo y se echó en la carretera amargado por no poder encontrar la respuesta a su pregunta.

Una vez acostado sobre el asfalto las lágrimas frías le refrescaron las ideas, y se dio cuenta de que, las lágrimas, al tocar la luz de las farolas, no eran de plata, sino doradas, con lo que volvió a acercarse a las nubes, y les preguntó:

- ¿A qué hora lloraron sobre vosotras?
- No recordamos del todo la hora, solo recordamos que en el momento del llanto las lágrimas nos quemaban la espalda con su calor…

Nuestro hombre, viendo por fin la luz, se acercó al sol y le dijo:

- Tú eres quien ha estado llorando todo este tiempo, dime, ¿por qué no lloraste durante el día? ¿Por qué le pediste a las nubes que las soltasen ahora y al viento que trajera a las nubes hasta aquí? Y… ¿Por qué lloras?

A todo esto, el sol le respondió

- Todo lo que me has preguntado te lo puedo responder muy fácilmente: Yo podía soltar mis lágrimas por el día, pero, entonces sería día 14, y tenía que ser el día 15 cuando se llorase sobre este lugar, pues hoy día 15 hace un mes que tuve un eclipse con mi luna, y lloro porque, desde hace hoy un mes, mi luna no me besa…

Nuestro hombre, se apenó por la triste situación, y escribió esto donde todos pudieran leerlo, por si así, la luna, lo pudiera leer algún día, y finalmente hacer feliz al sol.

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